miércoles, 30 de marzo de 2011


 Federico García Lorca
(ESPAÑA. Fuente Vaqueros, Granada, 5 de junio de 1898 – ibídem, 19 de agosto de 1936)

NEW YORK
OFICINA Y DENUNCIA

Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato;
Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero;
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna.
Un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Existen las montañas. Lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría,
Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
Yo he venido para ver la turbia sangre.
La sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra.
Todos los días se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,
un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos,
que dejan los cielos hechos añicos.
Más vale sollozar afilando la navaja
o asesinar a los perros
en las alucinantes cacerías,
que resistir en la madrugada
los interminables trenes de leche,
los interminables trenes de sangre
y los trenes de rosas maniatadas
por los comerciantes de perfumes.
Los patos y las palomas,
y los cerdos y los corderos
ponen sus gotas de sangre
debajo de las multiplicaciones,
y los terribles alaridos de las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros.
Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, orinando, volando en su pureza
como los niños en las porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la calle.
No es la muerte, es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos quebrados
y distancias inasibles
en la patita de ese gato
quebrada por el automóvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.
Óxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas
por los números de la oficina.
¿Qué voy a hacer?, ¿ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías,
que luego son pedazos de madera
y bocanadas de sangre?
San Ignacio de Loyola
asesinó un pequeño conejo
y todavía sus labios gimen
por las torres de las iglesias.
No, no, no, no; yo denuncio.
Yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonías,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido
por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite. 

Jacques Prévert
 (FRANCIA. Neuilly-sur-Seine, 4 de febrero de 1900 - París, 11 April de 1977)

ESTE AMOR (Fragmento)

Este amor tan violento, tan frágil, tan tierno, tan desesperado.

Este amor bello como el día y malo como el tiempo cuando hace mal tiempo.

Este amor tan verdadero, este amor tan hermoso, tan feliz, tan alegre y tan irrisorio temblando de miedo como un niño en la oscuridad y tan seguro de sí mismo como un hombre tranquilo en medio de la noche.

Este amor que daba miedo a los otros que les hacía hablar, que los hacía palidecer.

Este amor acechado Porque lo acechábamos, acosado, herido pisoteado rematado, negado, olvidado.

Porque lo acosamos, herimos, pisoteamos, rematamos, negamos, olvidamos.

Este amor íntegro tan vivo aún y soleado es el tuyo, es el mío ese que ha sido ese algo, siempre nuevo y que no ha cambiado, tan verdadero como una planta, tan tembloroso como un pájaro, tan cálido tan vivo como el verano.

Juntos podemos los dos ir y venir, podemos olvidar y después volvernos a dormir despertarnos envejecer, sufrir, volvernos a dormir, soñar con la muerte, despertarnos, sonreír y reír y rejuvenecer

Nuestro amor sigue allí, empecinado como un borrico, vivo como el deseo cruel como la memoria, ridículo como los arrepentimientos, tierno como los recuerdos, frío como el mármol, hermoso como el día, frágil como un niño

Nuestro amor nos mira sonriendo, nos habla sin decir nada y yo lo escucho tembloroso,
y grito, grito por ti, grito por mí y te suplico por ti por mí por todos los que se aman y los que se han amado.

Si le grito por ti por mí y por todos los demás que no conozco, quédate.
Yorgos Seferis
(GRECIA. Esmirna, Turquía, 13 de marzo de 1900 – Atenas, 20 de septiembre 1971

PRIMER CANTO DE AMOR

Rosa del destino, tratabas de herirme,
pero te inclinabas, como el secreto en el momento de revelarse,
y era bella la orden que querías impartir
y tu sonrisa era como una espada amenazante.

La armonía de tu círculo que subía, daba vida a la naturaleza;
de tu espina manaba la visión  y el azar del camino;
nuestro anhelo de poseerte dulcemente amanecía desnudo;
el mundo era fácil: un sencillo latido.


NEGACIÓN

En una playa secreta
blanca como una paloma
tuvimos sed en la tarde;
pero el agua era salobre.

Sobre la arena tan rubia
hemos escrito su nombre;
qué bien que sopló la brisa
y se borró la inscripción.

Con qué corazón, qué aliento,
qué deseos, qué pasión
tomamos la vida: ¡error!
Y así cambiamos la vida.


Salvatore Quasimodo
(ITALIA. Modica, Sicilia, 20 de agosto de 1901 – Amalfi, 14 de junio de 1968)

MI PAIS ES ITALIA

Más los días se alejan dispersos
y más vuelven al corazón de los poetas.
Allí los campos de Polonia, la llanura de Kutno
con las colinas de cadáveres que arden
en nubes de nafta, allí las alambradas
para la cuarentena de Israel,
la sangre entre los desechos, el exantema tórrido,
las cadenas de pobres muertos hace ya mucho
y fulminados en las fosas abiertas con sus manos,
allí Buchenwald, el apacible bosque de hayas,
sus hornos malditos; allí Stalingrado
y Minsk sobre las marismas y la nieve putrefacta.
Los poetas no olvidan. ¡Oh la multitud de los viles
de los vencidos de los perdonados por la misericordia!
Todo se trastorna, pero los muertos no se venden.
Mi país es Italia, enemigo más extranjero,
y yo canto su pueblo y también el llanto
cubierto por el ruido de su mar,
el límpido luto de las madres, canto su vida.


CARTA A LA MADRE

"Mater dulcíssima, desciende la niebla,
el Navíglio choca confusamente con los muelles,
los árboles se hinchan de agua, arden de nieve;
no estoy triste en el Norte; no estoy
en paz conmigo mismo, mas no aguardo
perdón de nadie; muchos me deben lágrimas
de hombre a hombre. Sé que no estás bien, que vives
como todas la madres de los poetas, pobre
y con escasa provisión de amor
a causa de los hijos lejanos. Hoy, soy yo
quien te escribe". Por fin -dirás- un par de líneas
de aquel muchacho que huyó de noche con una capa corta
y algunos versos en el bolsillo. Pobre, tan impulsivo,
lo matarán algún día en algún sitio.
"Claro, lo recuerdo, fue en aquel muelle gris
de trenes lentos que llevaban almendras y naranjas
a la desembocadura del Imera, el río lleno de urracas,
de sal, de eucaliptus. Mas ahora te agradezco,
deseo hacerlo, ironía que has puesto
en mis labios, apacible como la tuya.

Esa sonrisa me ha salvado de llantos y dolores.
Y no importa si ahora vierto alguna lágrima por ti,
por todos aquellos que como tú esperan
y no saben qué. Ah, amable muerte,
no toques el reloj que late en la pared de la cocina,
toda mi infancia pasó sobre el esmalte
de su cuadrante, sobre aquellas flores pintadas;
no toques las manos, el corazón de los viejos.
¿Pero acaso alguien responde? Oh, muerte de piedad,
muerte de pudor. Adiós, querida, adiós, mi dulcíssima mater."


Luis Cernuda
(ESPAÑA. Sevilla, 21 de septiembre de 1902 – México, D.F., 5 de noviembre de 1963)

RÍO VESPERTINO (Fragmento)

Dejando atrás el claustro, donde suenan
ecos de voces nuevas y nonatas,
por la vereda del molino viejo
se llega al río, en cuya margen hay
edificios de ámbar ceniciento,
barcas ociosas que el verano esperan
por la corriente estrecha, entre los juncos
y estos olmos de hermosura increíble.
Está todo abstraído en una pausa
de silencio y quietud. Tan sólo un mirlo
estremece con el canto la tarde.
Su destino es más puro que el del hombre
que para el hombre canta, pretendiendo
ser voz significante de la grey,
la conciencia insiste en esa huída
de las almas. Contemplación, sosiego,
el instante perfecto, que tal fruto
madura, inútil es para los otros,
condenando al poeta y su tarea
de ver en unidad el ser disperso,
el mundo fragmentario donde viven.
Sueño no es lo que el poeta ocupa,
mas la verdad oculta, como el fuego
subyacente en la tierra. Son los otros,
traficantes de sueños infecundos,
quienes despiertan de la muerte un día,
pobres al fin. ¿De qué le vale al hombre
ganar su vida mientras pierde el alma,
si sólo un pensamiento vale el mundo?
Desatendido queda por los otros
el sentido profundo del trabajo
que ocupó con amor a tantas vidas,
no que el amor así perdido busque
elogio corruptor, honor innoble,
pero amor en amor quiere la moneda,
aunque solo en amar se halla su precio.
Alguno en tiempos idos se acogía
al muro propio, al libro y al amigo,
mas ahora verá roto el muro,
vacío el libro y el amigo inútil.


Rafael Alberti
(ESPAÑA. Puerto de Santa María, Cádiz, 16 de diciembre de 1902 - ibídem, 28 de octubre de 1999)

UN FANTASMA RECORRE EUROPA…

... y las viejas familias cierran las ventanas,
afianzan las puertas,
y el padre corre a oscuras a los Bancos
y el pulso se le para en la Bolsa,
y sueña por la noche con hogueras,
con ganados ardiendo,
que en vez de trigo tiene llamas,
en vez de granos, chispas,
cajas, cajas de hierro llenas de pavesas.
¿Dónde estás,
dónde estás?
Nos persiguen a tiros.
¡Oh! Los campesinos pasan pisando nuestra sangre.
¿Qué es esto?
Cerremos, cerremos pronto las fronteras.
Vedlo avanzar de prisa en el viento del Este,
de las estepas rojas del hambre.
Que su voz no la oigan los obreros,
que su silbido no penetre en las fábricas,
que no divisen su hoz alzada los hombres de los campos.
¡Detenedle!
Porque salta los mares recorriendo toda la geografía,
porque se esconde en las bodegas de los barcos
y habla a los fogoneros
los saca tiznados a cubierta,
y hace que el odio y la miseria se subleven
y que se levanten las tripulaciones.
¡Cerrad, cerrad las cárceles!
Su voz se estrellará contra los muros.
¿Qué es esto?
Pero nosotros lo seguimos,
le hacemos descender del viento Este que lo trae,
le preguntamos por las estepas rojas de la paz y del triunfo,
lo sentamos a la mesa del campesino pobre,
presentándolo al dueño de la fábrica,
haciéndolo presidir las huelgas y manifestaciones,
hablar con los soldados y los marineros
ver en las oficinas a los pequeños empleados
y alzar el puño a gritos en los Parlamentos del oro y de la sangre.

Un fantasma recorre Europa,
el mundo.
Nosotros le llamamos camarada.

Cesare Pavese
(ITALIA. Santo Stefano Belbo, 9 de septiembre de 1908 - Turín el 27 de agosto de 1950)

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un VICIO absurdo. Tus ojos
serán una palabra vana,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando te inclinas sola ante el espejo.
¡Oh, querida esperanza,
también nosotros aquel día
sabremos que eres la vida y eres la nada!

La muerte tiene una mirada para todos.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como ver que emerge de nuevo
un rostro muerto en el espejo,
como escuchar un labio cerrado.
Descenderemos al remolino, mudos.
Luis Rosales
 (ESPAÑA. Granada, 31 de mayo de 1910 – Madrid, 26 de abril de 1992)

LA CASA ENCENDIDA

Porque todo es igual, y tú lo sabes,
has llegado a tu casa y has cerrado la puerta
con aquel mismo gesto con que se tira un día,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.
Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y encendiste la luz, para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas, como estarán dentro de un año,
y después, te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y te has sentido solo,
humanamente solo,
definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.

Has llegado a tu casa,
y ahora querrías saber para qué sirve estar sentado,
para qué sirve estar sentado igual que un náufrago
entre tus pobres cosas cotidianas.
Sí, ahora quisiera yo saber
para qué sirven el gabinete nómada y el hogar que jamás se ha encendido,
y el Belén de Granada
–él Belén que fue niño cuando nosotros todavía nos dormíamos cantando–
y para qué puede servir esta palabra: "ahora",
esta palabra misma: "ahora",
cuando empieza la nieve
cuando nace la nieve,
cuando crece la nieve en una vida que quizás está siendo la mía,
en una vida que no tiene memoria perdurable,
que no tiene mañana,
que no conoce apenas si era clavel, si es rosa,
si fue azucenamente hacia la tarde.

Sí, ahora me gustaría saber para qué sirve este silencio
que me rodea, este silencio que es como un luto de hombres
solos,
este silencio que yo tengo,
este silencio
que cuando Dios quiere se nos cansa en el
cuerpo, se nos lleva,
se nos duerme a morir,
porque todo es igual y tú lo sabes.

Miguel Hernández
 (ESPAÑA. Orihuela, 30 de octubre de 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942)


POR TU PIE, LA BLANCURA

Por tu pie, la blancura más bailable,
donde cesa en diez partes tu hermosura,
una paloma sube a tu cintura,
baja a la tierra un nardo interminable.

Con tu pie vas poniendo lo admirable
del nácar en ridícula estrechura,
y donde va tu pie va la blancura,
perro sembrado de jazmín calzable.

A tu pie, tan espuma como playa,
arena y mar me arrimo y desarrimo
y al redil de su planta entrar procuro.

Entro y dejo que el alma se me vaya
por la voz amorosa del racimo:
pisa mi corazón que ya es maduro.


TENGO ESTOS HUESOS HECHOS

Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo
Odysseas Elytis
(GRECIA. Heraklion, 2 de noviembre de 1911 - Atenas, 18 de marzo de 1996)

Fragmento

6
Golpearon el día en una hermosa parte.
El agua se despertó en la tierra,
fría voz recién nacida
que mezcla desde lejos la vecindad del musgo.

Con una caricia de heliotropo, no siente miedo
de que el jardín salga al abismo.
Los amantes caminan mano con mano, caminan
cuando suenan las campanas del sol.

Salud, eco, yegua,
pétalo y ala de ladera.
Hierba no segada y nube,
blancas  brazadas de viento.

Las pequeñas aves sesgadas
van a repicar primavera en las nubes.
Y cuanto nunca nombró la alegría,
siente sed ahora de la fortuna del mundo.

El traje varonil te recorre la sed del mundo.
Encontrarás tu lecho femenino
invirtiendo un prado
estrellado del que huyeron las anémonas.

8
Viví el nombre amado
a la sombra del antiguo olivo,
en el estrépito del mar perdurable.

Los que me apedrearon no viven ya.
Con sus piedras construí una fuente.
A su umbral acuden verdes muchachas.
Sus labios descienden del alba,
sus cabellos se despliegan profundamente en el futuro.

Vienen las golondrinas, niños del viento.
Beben, vuelan, para que avance la vida.
El espantajo del sueño se vuelve sueño.
El dolor tuerce el hermoso promontorio.
Ninguna voz se pierde en los golfos del cielo.

Oh, mar inmarcesible, dime qué murmuras.
Temprano estoy en tu boca matinal,
en la cima a donde llega tu amor.
Veo que la voluntad de la noche derrama las estrellas,
que la voluntad del día acaricia la tierra.


Siembro en los campos de la vida mil azules oscuros,
mil niños en el aire honesto,
hermosos y fuertes niños que exhalan bondad
y saben mirar atentamente los profundos horizontes
cuando la música eleva las islas.

Grabé el nombre amado
en la sombra del antiguo olivo,
en el estrépito del mar perdurable

Paul Celan
(ALEMANIA. Cernivtsi, Rumanía, 23 de octubre de 1920 - París, 20 de abril de 1970)

ELOGIO DE LA LEJANÍA

En la fuente de tus ojos
viven las redes de los pescadores del mar laberíntico.
En la fuente de tus ojos
mantiene el mar su promesa.

Allí arrojo,
corazón que se ha quedado entre los hombres,
mis ropajes y el resplandor de un juramento:

Entre más negro en el negro, estoy más desnudo.
Sólo al desertar soy fiel.
Yo soy tú cuando yo soy yo.

En la fuente de tus ojos
floto y sueño un el asalto.

Una red atrapó una red:
nos separamos enlazados.

En la fuente de tus ojos
estrangula un ahorcado la soga.


EL DECLIVE

Junto a mí vives tú, igual que yo:

como una piedra
en la mejilla hundida de la noche.
Oh, este declive, amada,
donde rodamos sin cesar
nosotros piedras,
de arroyo en arroyo.
Más redondas cada vez.
Más parecidas. Más extrañas.

Oh este ojo ebrio
que deambula aquí como nosotros
y de cuando en cuando
nos mira absorto.


Evgueni Evtuchenko
(RUSIA. (Siberia, 18 de julio de 1933)

EN EL PUENTE

Una mujer y un hombre solos, en un puente, sobre el dormido Sena azul.

Debajo está el tumulto sin sentido, las luces irreales.

Cambia el gobierno en algún sitio, se pronuncian sabios discursos.

Pero ellos desde el puente, apenas si lo ven: tan sólo ven el Sena turbio y lento.
Así están, sin palabras y sin besos, hasta la madrugada, bajo un impermeable, como un paquete envuelto en celofán, ¡un regalo del mundo para el mundo entero!

¡Quiera Dios que no tengamos ni casa ni hacienda, ni aturdidora comodidad en nuestra vida!

¡Quiera Dios que, estemos donde estemos, siempre nos encontremos en el puente!

En el puente para siempre inscrito en el cielo.

En el puente que hace sagrado a quien le habita.

En el puente sobre el tiempo, sobre toda la vanidad y la mentira.


Vassilis Vassilikos
(GRECIA. Kavalla, 18 de noviembre de 1934)

GOLPE DE ESTADO

Estamos contenidos en los elementos de la naturaleza.
Sonámbulos descubrimos su significado.
Escribimos inútilmente porque así vivimos.
Quisiera tener un regimiento, un escuadrón,
para dar un golpe de Estado e imponer
la poesía. Con cuatro gorilas junto a mí,
con la Seguridad incorporada a mi piel,
la gente prestaría mayor atención
a lo que tengo que decir. Así como estoy
sin un helicóptero de vehículo
ni siquiera puede existir un viaje.
Y, mucho menos, poesía. La poesía
es el golpe de Estado de la realidad:
para tener frutos necesita de sangre.
He decidido matar a mis enemigos,
desterrar a los disidentes, cesar
a los monárquicos. Y de esta manera,
terrenal ya, escalaré a las nubes.


TODO SERÁ OLVIDADO

Todo será olvidado. Algún día,
abrazados, nos encontraremos
los emigrantes y los denigrantes,
los faccionarios y los necrófilos,
y diremos: “Lo hecho, hecho está;
el difunto está en el piso de arriba.”

Y tú, estudiante profesional de cadáveres,
te inclinarás de nuevo sobre los textos
exiliados, ignorando nuevamente
el dolor emigrado
por la desdicha endémica.

POESIA LATINOAMERICANA

Oliverio Girondo
(ARGENTINA. Buenos Aires, 17 de agosto de 1891 - Buenos Aires, 24 de enero de 1967)

A MÍ

Los más oscuros estremecimientos a mí
entre las extremidades de la noche
los abandonos que crepitan
cuanto vino a mí acompañado
por los espejismos del deseo
lo enteramente terso en la penumbra
las crecidas menores ya con luna
aunque el ensueño ulule entre mandíbulas transitorias
las teclas que nos tocan hasta el hueso del grito
los caminos perdidos que se encuentran
bajo el follaje del llanto de la tierra
la esperanza que espera los trámites del trance
por mucho que se apoye en las coyunturas de lo fortuito
a mí a mí la plena íntegra bella a mí hórrida vida


HAY QUE BUSCARLO

En la eropsiquis plena de húespedes entonces meandros de espera ausencia
enlunadados muslos de estival epicentro
tumultos extradérmicos
excoriaciones fiebre de noche que burmúa
y aola aola aola
al abrirse las venas
con un pezlampo inmerso en la nuca del sueño hay que buscarlo
al poema

Hay que buscarlo dentro de los plesorbos de ocio
desnudo
desquejido
sin raíces de amnesia
en los lunihemisferios de reflujos de coágulos de espuma de medusas de arena de los senos o tal vez en andenes con aliento a zorrino
y a rumiante distancia de santas madres vacas
hincadas
sin aureola
ante charcos de lágrimas que cantan
con un pezvelo en trance debajo de la lengua hay que buscarlo
al poema

Hay que buscarlo ignífero superimpuro leso
lúcido beodo
inobvio
entre epitelios de alba o resacas insomnes de soledad en creciente
antes que se dilate la pupila del cero
mientras lo endoinefable encandece los labios de subvoces que brotan del intrafondo eufónico
con un pezgrifo arco iris en la mínima plaza de la frente hay que buscarlo
al poema


Juana de Ibarbourou
(URUGUAY. Melo, 8 de marzo de 1892 - Montevideo, 15 de julio de 1979)

COMO UNA SOLA FLOR DESESPERADA

Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,

y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso.

Mi vida es de tu vida tributaria,
ya te parezca tumulto, o solitaria,
como una sola flor desesperada.

Depende de él como del leño duro
la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,
que solo en él respira levantada.


LA HORA

Tómame ahora que aún es temprano
Y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que aun es sombría
Esta taciturna cabellera mía.
Ahora que tengo la carne olorosa
Y los ojos limpios y la piel de rosa.
Ahora que calza mi planta ligera
La sandalia viva de la primavera.
Ahora que mis labios repica la risa
Como una campana sacudida aprisa.
Después..., ¡ah, yo sé
Que ya nada de eso más tarde tendré!
Que entonces inútil será tu deseo,
Como ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame ahora que aún es temprano
Y que tengo rica de nardos la mano!
Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
Y se vuelva mustia la corola fresca.
Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿No ves
Que la enredadera crecerá ciprés?

Cesar Vallejo
(PERU. Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892 - París, 15 de abril de 1938)

LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes… yo no se. Golpes
como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo
lo sufrido se empeorara en el alma… yo no sé.

Son pocos, pero son… abren zanjas oscuras en el rostro
más fiero y en el lomo más fuerte. Serán talvez los potros
de bárbaros atilas; o los heraldos negros que nos manda
la muerte.

Son las caídas ondas de los Cristos del alma, de alguna
fe adorable que el destino blasfema. Esos golpes sangrientos
son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del honor
se nos quema.

Y el hombre… pobre… pobre. Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelven los
ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como un charco de culpa,
en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… yo no sé.

EL LIBRO DE LA NATURALEZA

Profesor de sollozo –he dicho a un árbol-
Palo de azogue, tilo
Rumoreante, a la orilla del Marne, un buen alumno
Leyendo ven tu naipe, en tu hojarasca,
Entre lago evidente y sol falso,
Sus tres copas, su caballo de oros.

Rector de los capítulos del cielo,
De la mosca ardiente, de la calma manual que hay en los asnos;
Rector de honda ignorancia, un mal alumno
Leyendo ven tu naipe, en tu hojarasca,
En hambre de razón que le enloquece
Y la sed de demencia que le aloca.

Técnico en gritos, árbol conciente, fuerte,
fluvial, doble, solar, doble, fanático,
conocedor de rosas cardinales, totalmente
metido, hasta hacer sangre, en aguijones, un alumno
leyendo ven tu naipe, en tu hojarasca,
su rey precoz, telúrico, volcánico, de espaldas.

¡Oh, profesor, de haber tanto ignorado!
¡Oh, rector, de temblar tanto en el aire!
¡Oh, técnico, de tanto que te inclinas!
¡Oh, Tilo! ¡Oh, palo rumoroso junto al Marne!


TENGO UN MIEDO TERRIBLE DE SER UN ANIMAL

Tengo un miedo terrible de ser un animal
de blanca nieve, que sostuvo padre
y madre, con su sola circulación venosa
y que, este día espléndido, solar y arzobispal,
día que representa así la noche,
linealmente
elude este animal estar contento, respira
y transformarse y tener plata.

Sería pena grande
que fuera yo tan hombre hasta ese punto.
Un disparate, una premisa ubérrima
a cuyo yugo ocasional sucumbe
el gonce espiritual de mi cintura.
Un disparate… en tanto,
es así, más acá de la cabeza de Dios,
en la tabla de Locke, de Bacon en el lívido pescuezo
la bestia, en el hocico del alma.

Y, en lógica aromática,
tengo ese miedo práctico, este día
espléndido, lunar, del ser aquel, este tal vez,
a cuyo olfato huele a muerto el suelo
el disparate vivo y el disparate muerto.

¡Oh revolcarse, estar, toser, fajarse,
fajarse la doctrina, la sien, de un hombro al otro,
alejarse, llorar, darlo por ocho
o por siete o por seis, por cinco o darlo
por la vida que tiene tres potencias.

Vicente Huidobro
 (CHILE. Santiago, 10 de enero de 1893 - Cartagena, Chile, 2 de enero de 1948)

CANTO II (Fragmento)

Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos
Con la cabeza levantada
y todo el cabello al viento
eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma
Que un faro en la neblina buscando a quien salvar
Eres más hermosa que la golondrina atravesada por el viento
Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración

Mi gloria está en tus ojos
vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno
estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada
Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas
viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
y un viento de océano ondula tus pupilas

Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia
A esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad

Y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados
Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
dormido a la sombra de tus senos

Si tú murieras
las estrellas a pesar de su lámpara encendida
perderían el camino
¿Qué sería del universo?


Alfonsina Storni
 (ARGENTINA. Sala Capriasca, Suiza, 22  de mayo de 1892-Mar del Plata, Argentina, 25 de octubre de 1938)

LA CARICIA PERDIDA

Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?


Carlos Pellicer
(MEXICO. Villahermosa, Tabasco - 16 de enero de 1897 - Ciudad de México, 16 de febrero de 1977)


HORAS DE JUNIO

Amor así, tan cerca de la vida,
amor así, tan cerca de la muerte.
Junto a la estrella de la buena suerte
la luna nueva anúnciate la herida..

En un cielo de junio la escondida
noche te hace temblar pálido y fuerte;
el abismo creció por conocerte
robando al riesgo su sorpresa henchida.

Hiéreme así, dejándome en la herida
la sangre que no cuaja ni la muerte
--la llaga con la sangre de la vida--.

Ya estás herido con mi propia suerte
y somos la catástrofe emprendida
con todo nuestro ser desnudo y fuerte.

Eramos la materia de los cielos
que en círculos inútiles perece
sin dar el fuego cósmico que crece
sino apenas el ritmo de sus vuelos.

Energía de idénticos anhelos
que aleja y avecina y que los mece,
juntó en choque de fuerzas luz que acrece
la sombra en tierra de sus hondos cielos.
Y buscándose en ambos nuestra suerte
fluyó hacia tu esbeltez la fuerza fuerte
que al fin su espacio halló propio y profundo.

Salgo de ti y estoy en tu tristeza,
sales de mí y estás en tu belleza.
Las estrellas nos ven: ya hay otro mundo.

Eso que no se dice ni se canta
es sólo un nombre ¿acaso es un suspiro?
En la sangre celeste de un zafiro
tiene lugar, y tiempo, y voz levanta.

¿En que número numen, qué garganta,
qué secreto feliz, a cuál retiro
donde sólo el suspiro de un suspiro
pase, te he de esconder, ventura tanta?

Si estas manos vacías ya están llenas
al pensar en tu ser --lecho de arenas
con que las aguas doran su camino--,

donde ponerlas, manos asombradas
de mostrarse desnudas al destino
y levantar al cielo llamaradas

Gabriela Mistral
(CHILE. Vicuña, 7 de abril de 1889 – Nueva York, 10 de enero de 1957)

ÁRBOL MUERTO

En el medio del llano,
un árbol seco su blasfemia alarga;
un árbol blanco, roto
y mordido de llagas,
en el que el viento, vuelto
mi desesperación, aúlla y pasa.

De su bosque, el que ardió, sólo dejaron
de escarnio, su fantasma.
Una llama alcanzó hasta su costado
y lo lamió, como el amor mi alma.
¡Y sube de la herida un purpurino
musgo, como una estrofa ensangrentada!

Los que amó, y que ceñían
a su torno en septiembre una guirnalda,
cayeron. Sus raíces
los buscan, torturadas,
tanteando por el césped
con una angustia humana...

Le dan los plenilunios en el llano
sus más mortales plantas,
y alargan, por que mida su amargura,
hasta lejos su sombra desolada.
¡Y él le da al pasajero
su atroz blasfemia y su visión amarga!


TRES ÁRBOLES

Tres árboles caídos
quedaron a la orilla del sendero.
El leñador los olvidó, y conversan,
apretados de amor, como tres ciegos.

El sol de ocaso pone
su sangre viva en los hendidos leños
¡y se lleva los vientos la fragancia
de su costado abierto!

Uno, torcido, tiende
su brazo inmenso y de follaje trémulo
hacia otro, y sus heridas
como dos ojos son, llenos de ruego.

El leñador los olvidó. La noche
vendrá. Estaré con ellos.
Recibiré en mi corazón sus mansas
resinas. Me serán como de fuego.
¡Y mudos y ceñidos,
nos halle el día en un montón de duelo!

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