miércoles, 30 de marzo de 2011


LA CAJA ENCENDIDA
JOSE DE JESUS ROJAS MUÑOZ

POESIA EUROPEA

Paul Valéry
(FRANCIA. Sète, 30 de octubre de 1871 – París, 20 de julio de 1945)

EPISODIO

Una tarde agraciada por sublimes palomas,
la doncella se peina bajo el sol, lentamente.
Entrega a los nenúfares del agua un pie postrero,
y para calentar sus manos errabundas
sumerge en el ocaso sus transparentes rosas.
Si bajo un aguacero inocente su piel
se estremece, lo cuenta absurdo un caramillo,
flauta a la que con dientes de pedrería arranca
el culpable un inútil viento de sombra y sueño
con el oculto beso que arriesga entre las flores.
Mas casi indiferente a lo que finge el llanto
y sin divinizarse con ninguna palabra
de rosa, peina ella su pesada aureola;
se arranca de la nuca un placer que la tuerce,
sus puños deliciosos oprimen la espesura
de oro, escurre luz entre sus dedos límpidos,
… una hoja se muere en sus hombros mojados
y de la flauta cae una gota en el agua,
se asusta el pie como un hermoso pájaro
ebrio en la sombra…



LA DURMIENTE (Fragmento)

II

¿Mi amiga está quemando secretos de su vida,
alma con dulce máscara que oliese alguna flor?
¿Con qué fútil materia tan ingenuo calor
logra esta irradiación de una mujer dormida?

Soplo, ensueños, silencio, calma nunca vencida,
eres, oh paz, quien triunfa, más fuerte que el dolor,
cuando la onda grave de sueño y su candor
conspiran sobre el torso de la que así me olvida.

Oh durmiente con oros de sombra y dejadez,
tu temible sosiego te tiende tan aguda
 --junto a un racimo larga cierva con languidez--

que, pese al alma errante por infernales puertos,
tu forma --vientre puro que un brazo no desnuda--
vela. Tu forma vela. Y mis ojos, abiertos.



Antonio Machado
(ESPAÑA. Sevilla, 26 de julio de 1875 - Collioure, Francia, 22 de febrero de 1939)

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
  Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
  Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
  Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
  Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
  ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
  Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yazgo.
      Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
           


Rainer M. Rilke
(AUSTRIA. Praga, 4 de diciembre de 1875  Val-Mont, Suiza, 29 de diciembre de 1926)

Segunda Elegía (fragmento)

Todo ángel es terrible. Sin embargo, pobre de mí, yo os invoco, pájaros inmortales del alma y os conozco. Cuán lejanos están los días de Tobías, cuando el más resplandeciente de vosotros, vestido de viandante, podía aparecer en el umbral de la puerta, sin causar un espanto.

(Y entonces, era un joven sencillo frente a otro, curioso.)

Si hoy día el arcángel, amenaza de estrella diera un solo paso hacia nosotros, nuestro sobresaltado corazón nos mataría. ¿Quiénes sois?

Perfecciones precoces, mimadas criaturas, airones gallardos, aristas del alba de toda creación, polen divino, resquicios de luz, corredores, escaleras, tronos aires perfumados, escudos de dicha, tumultos.




UN DÍA TOMÉ ENTRE MIS MANOS...

Un día tomé entre mis manos
tu rostro. Sobre él caía la luna.
El más increíble de los objetos
sumergido bajo el llanto.
Como algo solícito, que existe en silencio,
tenía que durar casi como una cosa.
y con todo nada había en la fría noche
que más infinitamente se me escapara.
Oh, porque desembocamos en estos lugares,
se apresuran hacia la pequeña superficie
todas las ondas de nuestro corazón,
voluptuosidad y desfallecimiento,
y al fin, ¿a quién ofrecemos todo esto?
Ay, al extraño, que nos ha malentendido,
ay, a aquel otro, que nunca hemos encontrado,
a aquellos siervos, que nos han maniatado,
a los vientos de primavera, que se han desvanecido,
ya la quietud, la perdedora.



Guillaume Apollinaire
(FRANCIA. Roma, 26 de agosto de 1880 – París, 9 de noviembre de 1918)

EL PUENTE MIRABEAU

Por debajo del puente Mirabeau fluye el Sena
y nuestro amor
acaso él debe recordármelo
la dicha sucedía siempre a la tristeza

Cae la noche suena la hora
se van los días yo me quedo

Cogidos de las manos sigamos frente a frente
mientras que  bajo
el puente de nuestros brazos pasa
la honda exhausta de las miradas eternas

Cae la noche suena la hora
se van los días yo me quedo

Se va el amor se va como este agua que fluye
se va el amor
se va qué lenta va la vida
y qué violenta siempre renace la esperanza

Cae la noche suena la hora
se van los días yo me quedo

Pasan los días y pasan las semanas
ni aquellos tiempos
idos ni los amores vuelven
por debajo del puente Mirabeau fluye el Sena

Cae la noche suena la hora
se van los días yo me quedo


LA MUJER EN EL TÉMPANO DE HIELO, NYCTOR

Nyctor. (Entrando)

Qué bella es pero estoy loco
Es posible lo que veo o no es más que un sueño
Estoy viendo ante mi la belleza
La adorable belleza de mis sueños
Es más bella que en los libros
Qué lo que todas las imaginaciones
De los poetas habían supuesto
Es más bella de lo que fue Eva
Más bella que fue Eurídice
Más bella que Elena y Dalila
Más bella que Didon aquella reina
Y que Salomé la bailarina
Más de lo que fue Cleopatra y que
Rosamunda en el Palacio Maravilloso
Oh belleza yo te saludo en nombre
De todos los hombres de todos los hombres
Yo soy quien te había imaginado
Soy yo quien al fin te ha inventado
Yo te he creado hija de mis sueños
Yo te adoro creación mía.
Aleksandr Blok
 (RUSIA. San Petersburgo, 28 de noviembre de 1880 - Petrogrado, 7 de agosto de 1921)

(Fragmento)

               8

¡Oh tú, pena amarga!
tedio tedioso,
¡mortal!
Sí, un tiempecito
Pasaré, pasaré…

¡Oh, los cabellos
me mesaré, me mesaré!...

¡Ay, semillas de girasol comeré
y las cáscaras escupiré!...

¡Oh, con el cuchillo
rasgaré, rasgaré!

¡Vuela tú, burgués, cuál gorrioncito!
Sangre tomaré, tomaré,
por mi amada
cejinegra…

Tranquiliza, Señor, el alma de tu sierva.

¡Tedio!

               9

No se oye el ruido de la ciudad.
Sobre la torre del Neva hay tranquilidad
y ya no hay guardias en la ciudad:
¡Vamos de juerga, muchachos, no hay culpa en ello!

Parado está el burgués en la bocacalle
y esconde la nariz en el cuello.
Y contra él roza su piel áspera
un perro sarnoso con el rabo entre las patas.

Parado está el burgués, como un perro hambriento.
Parado está en silencio, como una pregunta.
Y el viejo mundo, como un perro inmundo,
está tras él, con el rabo caído.

Umberto Saba
(ITALIA. Trieste, 9 de marzo de 1883 - Gorizia, 25 de agosto de 1957)

LA CABRA

He hablado a una cabra.
Estaba sola en el prado y atada.
Ahíta de hierba, empapada
de lluvia, balaba.

Aquel balido era igual y fraterno
a mi dolor. Y respondí, primero
por broma; luego, porque el dolor es eterno,
tiene una voz y no cambia.
Yo estaba oyendo esta voz
gemir en una cabra solitaria.

En una cabra de rostro semita
oía el lamento de otro dolor,
de cualquier otra vida.


Dino Campana
(ITALIA. Marradi, 20 de agosto de 1885 – 1 de marzo de 1932)

A UN ÁNGEL DE COSTA

El alma de la triste primavera
vuelve a buscarlo en el cuadro donde sueña
largos y fúnebres sueños en la luz
turquina que llueve de los vitrales
historiados con las eternas historias
vertiginosas en el silencio;
Él ha surgido por el sueño inmutable,
con los ojos bajos y los labios abiertos,
de los sonidos infantiles de la viola,
en dulce, verde paisaje, en sueños
resurge para soñar el divino sueño.
En vano, en vano, oh humana primavera
asciendes tú en cegadoras luces
los peldaños del templo, tormentosa,
soplando en los muertos soplos inquietos
y en extrañas y truncas voces por el templo
en vano te debates; no saludan
tus alas llameantes
ser amargo o turbulento,
Oh dolor insaciable y fecundo.
Vuelve a palpitar su carne absorta,
vuelve a palpitar el pubis dulcemente.

Georg Trakl
(AUSTRIA. Salzburgo, 3 de febrero de 1887 – Cracovia, Polonia, 3 de noviembre de 1914)

SALMO

Es una luz que el viento ha apagado.
Es una taberna que un borracho abandona en la tarde.
Es una viña, quemada y negra, con hoyos llenos de
arañas.
Es una habitación blanqueada con leche.
El loco ha muerto. Hay una isla del mar del Sur,
que recibe al dios del sol. Se tocan los tambores.
Los hombres ejecutan danzas guerreras.
Las mujeres balancean las caderas con lianas y flores
de fuego,
cuando el mar canta. Oh nuestro paraíso perdido.

Las ninfas han abandonado los bosques áureos.
Se sepulta al forastero. Luego se alza una lluvia
destellante.
Aparece el hijo de Pan en la forma de un cavador,
que al mediodía duerme sobre el ardiente asfalto.
¡Son muchachitas en un patio con vestiditos de una
pobreza desgarradora!
Son cuartos llenos de acordes y sonatas.
Son sombras, que ante un cegado espejo, se abrazan.
En las ventanas del hospital buscan calor los
convalecientes.
Un barco blanco de vapor lleva canal arriba sangrientas plagas.

La extraña hermana aparece de nuevo en los sueños
angustiosos de alguien.
Reposando bajo el arbusto del avellano juega con
las estrellas de él.
El estudiante, tal vez un doble, la mira largamente
desde la ventana.
Tras de él está parado su hermano muerto, o baja por
la vieja escalera de caracol.

A la sombra de los pardos castaños palidece la figura del joven novicio.
El jardín está en el anochecer. En el claustro los
murciélagos revolotean.
Los hijos del conserje dejan de jugar y buscan el oro
del cielo.
Acordes finales de un cuarteto. La pequeña ciega corre
temblando a través de la alameda,
y más tarde su sombra toca a lo largo de fríos muros,
rodeada de cuentos y de leyendas sacras.

Es un bote vacío que al anochecer desciende por el canal.
En las tinieblas del viejo asilo se deshacen ruinas humanas.
Los huérfanos muertos yacen a lo largo de la pared del
jardín.
De los grises cuartos salen ángeles con las alas
manchadas de fango.
Gusanos gotean de sus párpados amarillentos.
La plaza frente a la iglesia es sombría y silenciosa
como en los días de infancia.
Sobre suelas plateadas se deslizan vidas anteriores
y las sombras de los condenados descienden hacia
aguas suspirantes.
En su tumba el mago blanco juega con sus serpientes.

Silenciosos sobre el Calvario se abren los ojos dorados
de Dios.

Giuseppe Ungaretti
(ITALIA. (Alejandría, Egipto, 8 de febrero de1888 – Milán el 2 de junio de 1970)

LA PIEDAD (Fragmento)

Yo soy un hombre herido.
Y me quisiera ir
y llegar finalmente,
Piedad, donde se escucha
al hombre a solas consigo.

No tengo más que soberbia y bondad.

Y me siento exilado entre los hombres.

Pero sufro por ellos.

¿No seré digno de volver a mí?

He poblado de nombres el silencio.

¿Hice pedazos corazón y mente
para caer en servidumbre de palabras?

Reino sobre fantasmas.
             
Oh secas hojas,
alma arrastrada aquí y allá...

No; odio al viento y su voz
de bestia sin memoria.

Dios, ¿aquéllos que te imploran
no te conocen más que de nombre?
             
Me descartaste de la vida.

Fernando Pessoa
(PORTUGAL. Lisboa, 13 de junio de 1888 — Lisboa, 30 de noviembre de 1935)

EL INFANTE

Dios quiere, el hombre sueña, la obra nace.
Dios quiso que la tierra fuese toda una,
que el mar uniese, y no la separase.
Te consagró y fuiste develando la espuma.

Y la orla blanca fue de isla en continente.
Clareó, corriendo, hasta el fin del mundo,
y se vio la tierra entera, de repente,
surgir, redonda, del azul profundo

Quien te consagró portugués te hizo
Del mar y de nosotros en ti nos dio señal.
Cumplióse el mar, y el imperio se deshizo
¡Falta señor que se cumpla Portugal!


SEGUNDO / ANTONIO VIEIRA

El cielo constela el azul y tiene grandeza.
Este que fama tuvo y gloria tiene
Emperador de la lengua portuguesa,
Nos fue también un cielo.

En el inmenso espacio suyo de meditación,
Constelado de forma y de visión,
Surge, presagio claro del luar,
El rey don Sebastian

Mas no, no es el luar: es luz de lo etéreo.
Es un día; y en el cielo amplio de deseo,
El alba real del Quinto Imperio
Dora las márgenes del Tajo.

TERCERO

Escribo mi libro cercano al dolor
Mi corazonada posee;
Tengo mis ojos ardientes de agua.
Solo tu señor me das vivir.

Solo de sentirte y pensarte
Mis días vacíos llena y dora.
¿Mas cuándo querrás volver?
¿Cuándo es el rey? ¿Cuándo es la hora?

¿Cuándo vendrás a hacer el Cristo
por quien murió el falso Dios,
y despertar del mal que existió
La Nueva Tierra y los Nuevos Cielos?

¿Cuándo vendrás, oh Encubierto,
sueño de las eras portugués,
me torno más que el soplo incierto
de un gran anhelo que Dios hizo?

Ah,  ¿cuándo querrás, al volver,
hacer de mi esperanza amor?
¿De niebla y de saudade cuándo?
¿Cuándo, mi Sueño y mi Señor?

Jean Cocteau
(FRANCIA. (Maisons-Laffitte, 5 de julio de 1889 - Milly-la-Forêt, 11 de octubre de 1963)

STOP

Los payasos son hermosos como fox-terriers.
Sin la calidez de nuestros teatros,
el azúcar y las casas de yeso
serían la tumba de los combatientes.

Si la palma que nos trae
el más dulce de los mareos
no es un gesto de muerta,
que venga el antiguo barco a vapor.

El sol del cielo europeo,
que dora los galones del jefe,
hace crecer el telescopio,
oh, brújula, flor de las naves.

Yo me quedo al borde de la ola
dejando sucias espumas de jabón
y toda una barba de algas
en la arena donde escribimos.

Mi capitán, cada mañana,
tira botellas de tinta
a la lejana compañera
mejor sería echar el ancla.

Osip Mandelshtam
(RUSIA. Varsovia, 15 de enero de 1891 - Vladivostok, Unión Soviética, 27 de diciembre de 1938)

EL CREPÚSCULO DE LA LIBERTAD

Glorifiquemos, hermanos, el crepúsculo de la libertad,
el gran año crepuscular.
En las hirvientes aguas de la noche
sumergidos están los pesados bosques de las redes.
Te alzas sobre los años oscuros,
Oh sol, oh juez, oh pueblo

Glorifiquemos la funesta carga
que el líder popular con lágrimas asume.
La carga temblorosa del poder glorifiquemos,
su yugo insoportable.
Quien tenga corazón debe oír, tiempo,
cómo tu barco se dirige al fondo.

Pues a las golondrinas
hemos atado en bélicas legiones, y he aquí
que no vemos el sol; todos los elementos
trinan, se mueven, viven;
a través de las redes -oh, crepúsculo espeso-,
la tierra está flotando y no se ve el sol.

Intentémoslo pues, enorme, desmañado,
chirriante es el viraje del timón.
La tierra está flotando. Tened valor, hermanos.
Partiendo el mar como un arado,
vamos a recordar en el Leteo frío
que el precio de la tierra fue diez cielos.


OLVIDÉ LA PALABRA QUE QUERÍA DECIR...

Olvidé la palabra que quería decir.
Al palacio de las sombras va a volver la golondrina ciega,
en sus cortadas alas. para jugar con las transparentes.
La nocturna canción se canta en el desmayo.

No se oyen los pájaros. Las siemprevivas no florecen.
Son transparentes las crines de los caballos nocturnos.
En el río seco flota una barca vacía.
Entre los saltamontes, la palabra se ha olvidado.

Y crece lentamente, como una carpa o un templo,
se extiende de pronto, como Antígona demente,
o cae a los pies, cual golondrina muerta,
con ternura estigia y una rama verde.

¡Oh, si fuera posible recobrar el pudor de los dedos videntes
la cóncava alegría del reconocimiento!
¡Tengo tanto miedo a los llantos de las Aónides,
a la bruma, al zumbido y al vacío!

Les he dado a los mortales reconocer y amar,
para ellos el sonido se verterá en los dedos,
mas olvidé lo que quería decir,
y la idea incorpórea volverá al palacio de las sombras.

Pero la transparente repite aún lo otro,
sigue la golondrina, Antígona, la amiga...
Y en los labios arde, como hielo negro,
el recuerdo del zumbido estigio.

Vladimir Maiakovski
(RUSIA. Baghdati, Georgia, 19 de julio de 1893 – Moscú, 14 de abril de 1930)

AMOR

Tal vez, quizá, alguna vez, por el camino de una alameda del zoológico, entrará también ella.

Ella, ella también amaba a los animales, y sonriendo llegará, así como está, en la foto de la mesa.

Ella es tan hermosa, a ella con seguridad la resucitarán.

Vuestro siglo XXX vencerá, al corazón destrozado por las pequeñeces.

Ahora, trataremos de terminar, todo lo que no hemos podido amar en la vida, en innumerables noches estrelladas.

¡Resucitádme, aunque más no sea, porque soy poeta, y esperaba el futuro, luchando contra las mezquindades de la vida cotidiana!

¡Resucitádme, aunque más no sea por eso!

¡Resucitádme! Quiero acabar de vivir lo mío, mi vida para que no exista un amor sirviente, ni matrimonios, sucios, concuspiscentes, maldiciendo la cama, dejando el sofá, alzaré por el mundo, un amor universal.

Para que el día, que el dolor degrada, cambie, y no implorar más, mendigando, y al primer llamado de: ¡Camarada! se dé vuelta toda la tierra.

Para no vivir, sacrificándose por una casa, por un agujero. Para que la familia, desde hoy, cambie, y el padre sea, por lo menos el Universo, y la madre sea por lo menos la Tierra.

Paul Eluard
(FRANCIA. Saint-Denis, 14 de diciembre de 1895 - 18 de noviembre de 1952)

DICHO DEL AMOR

I
Nuestro silencio hará la tempestad
Tranquilizará el follaje profundo

Tengo en las manos dos manos abandonadas

II
Ese barco se hundía para siempre en la bruma

Dice el odio de cuando en cuando
Dice el amor sin cesar

III
De todo se reía cándida soberana
De ojos vivos de senos breves

Y el mar desparramó la arena de su trono.


DICHO DE LA FUERZA DEL AMOR

I
El sol duro como una piedra
Razón compacta viña salvaje

Y el cruel espacio es muro que me ahoga

II
En ese desierto que me habitaba y vestía

Ella me besó y besándome
Me ordenó ver y escuchar

III
Con besos y palabras
Su boca siguió el rumbo de sus ojos

Hubo vivos y muertos y vivos.

André Bretón
(FRANCIA. Tinchebray, 19 de febrero de 1896 - París, 28 de septiembre de 1966)

LA CABELLERA DE MI MUJER ES DE FUEGO DE LEÑA

La cabellera de mi mujer es de fuego de leña
Con pensamientos que son destellos de calor
Tiene un talle de reloj de arena
Su talle es de una nutria entre los dientes de un tigre
Tiene boca de escarapela y de ramo de estrellas de última grandeza
Tiene dientes de pisadas de ratón blanco en la blanca tierra
Lengua de ámbar y de cristal frotados
Lengua de hostia apuñalada
Lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
Lengua de piedra increíble
Mi mujer tiene pestañas de garabatos infantiles
Cejas de orilla de nido de golondrina
Sienes de pizarra de techo de invernadero
y de vaho en un cristal
Mi mujer tiene un dorso de champaña
Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
Tiene puños de cerillos
Dedos de azar y de as de corazones
Dedos de heno segado
Tiene axilas de marta y de encinas
De la noche de San Juan
De alheña y de nido de moluscos
Brazos de espuma de mar y de esclusa
Mezcla de trigo y de molino
Tiene piernas de cohete
Con movimientos de relojería y desesperación
Tiene pantorrillas de corazón de saúco
Y pies de capitulares
Pies de manojos de llaves, pies de calafateros que beben
Tiene un cuello de cebada perlada
Y garganta de Val d’or


Tristán Tzara
(FRANCIA-RUMANIA.  Moineşti, Bacau, 16 de abril de 1896 - París, 25 de diciembre de 1963

ESTOY IMPREGNADO

Estoy impregnado de tu presencia
Me formo en ti y me transformo
Me baño en el perfume sedentario de tus vinos
Pero mil cabras se mecen en el vacío
Y se agarran a las paredes de tu canto
Al alzarse la aurora de tu voz
No hay ya noche, pues todo es conciencia
Y fervor cintilante
A través de ti florecen los árboles
Y ya la primavera se despierta temblando del frío que pasó
Todo olvido se enraiza en tu risa
La frente altiva me adentro en la selva trémula de tu alegría.


Antonin Artaud
 (FRANCIA. Marsella, 4 de septiembre de 1896 -  París, 4 de marzo de 1948)

PARA TERMINAR CON EL JUICIO DE DIOS (Fragmento)

Ayer me enteré (se puede creer, o tal vez sólo es un rumor falso, que me detengo en uno de esos sucios chismes que circulan entre fregaderos y letrinas cuando se tiran las
comidas que una vez más han sido engullidas.)

Ayer me enteré de una de las prácticas oficiales más impresionantes de las escuelas públicas americanas y que sin duda hacen que ese país se crea a la cabeza del progreso.

Parece que entre los exámenes o pruebas que debe soportar un niño que entra por primera vez a una escuela pública, se verifica la llamada prueba del líquido seminal o del esperma que consistiría en pedirle al pequeño recién llegado un poco de su esperma para introducirlo en un frasco y conservarlo así preparado para cualquier tentativa de fecundación artificial que pudiera llevarse a cabo en el futuro.

Pues los americanos descubren día a día que carecen de brazos y de niños, es decir, no de obreros sino de soldados.


Eugenio Montale
(ITALIA. Génova, 12 de octubre de 1896 – Milán, 12 de septiembre de 1981)

SARCOFAGOS (Fragmento)

Dónde van las rizadas doncellas
que llevan las colmadas ánforas sobre los hombros
y tienen el firme paso tan ligero;
y al fondo la embocadura de un valle
espera en vano a las bellas
a las que sombra da una pérgola de viña,
y los racimos penden oscilando.
El sol que asciende,
las confusas laderas
no tienen color: en el blando
minuto la naturaleza fulminada
expresa a sus felices
criaturas, madre no madrastra,
en levedad de formas.
Mundo que duerme o mundo que se ufana
de inmutable existencia, ¿quién puede decirlo?,
hombre que pasas, dale tú
la mejor ramita de tu huerto.
Después sigue: en este valle
no hay alternancia de oscuridad y luz.
lejos de aquí, tu camino te conduce,
para ti no hay asilo, estás demasiado muerto:
sigue el curso de tus estrellas.
Y por lo tanto adiós, rizadas niñas,
llevad las colmadas ánforas sobre los hombros.

Ahora sea tu paso
más cauto: a un tiro de piedra
de acá se te prepara
una más rara escena.
La puerta corroída de un templete
está cerrada para siempre.
Una gran luz se difunde
sobre un herboso umbral.
Y aquí donde humanas pisadas
no sonarán o ficticio dolor,
vigila tendido en el suelo un magro can.
Nunca más se moverá
en esta hora que se adivina sofocante.
Sobre el tejado se asoma
una nube grandiosa.


Louis Aragón
(FRANCIA. París, 3 de octubre de 1897 - París, 24 de diciembre de 1982)

LAS LILAS Y LAS ROSAS

Oh mes de floraciones mes de metamorfosis
Mayo sin nubes y Junio apuñalado
Jamás olvidaré las lilas y las rosas
Ni aquellos que la primavera entre sus pliegues ha guardado

Jamás olvidaré la ilusión trágica
El cortejo, los gritos, la multitud, el sol
Los carros cargados de amor, los dones de Bélgica
El aire que tiembla y el camino con ese zumbido de abejas
El triunfo imprudente antes de la batalla
La sangre que prefigura en carmín el beso
Y aquellos que vienen a morir de pie en los torreones
Rodeados de lilas por un ebrio pueblo.

Jamás olvidaré los jardines de Francia
Semejantes a los misales de siglos desaparecidos
Ni el problema de las noches, el enigma del silencio
Las rosas a lo largo del camino recorrido
El desmentido de las flores al viento del pánico
Con los soldados que pasaban sobre el ala del pavor
Con las bicicletas delirantes, con los cañones irónicos
En la lastimosa contrariedad de los falsos campistas.

Más no sé por qué este torbellino de imágenes
Me llevan siempre a la misma parada
En Santa Marta Un general Negras ramas
Una villa Normanda a la orilla del bosque
Todo se calla El enemigo descansa en la sombra
Nos han dicho esta tarde que París se había rendido
Jamás olvidaré las lilas y las rosas
Ni los dos amores que hemos perdido.

Serguei Eisenstein
(RUSIA. Riga, Letonia, 23 de enero de 1898 – Moscú, URSS, 11 de febrero de 1948)

EL AYER QUE DESAPARECE

Los que a Lenin seguimos tras el triunfo,
muchas cosas aún no comprendemos.
Cantamos canciones nuevas
al viejo modo,
como nos enseñaron los abuelos.

Amigos, amigos:
¡Qué escisión en el país!
¡Cuánta tristeza en medio de tan jovial ardor!
¡Qué ganas tengo
de remangarme los pantalones
y echar a correr tras del Komsomol!

Yo no reprocho
a los que se separan por mi pena.
Los viejos, de los jóvenes se atrasan.
Los viejos, cual centeno sin segar,
se pudren la raíz y se desgranan.

No soy viejo ni joven
y el tiempo me condena a ser estiércol.
¿Será por ello
que las guitarras de las tabernas
me provocan dulce sueño?

¡Suena, suena,
bruja guitarra!
Canta, gitana,
hazme olvidar
aquellos días amargos
sin caricias ni afecto.

Con el poder soviético
me siento ofendido
porque en mi juventud radiante
no me enseñó a ver
el ardor de otra gente en el combate.

¿Qué vi yo? Sólo batallas.
Y en lugar de canciones
oí sólo el estruendo de la guerra.
¿No será porque loco corría por el mundo
Con mi amarillenta cabeza?

De todos modos soy feliz.
Entre multitud de tormentas
presencié hechos maravillosos .
Vistió el vértigo mi destino
con floreado paño de oro.

No soy un hombre nuevo.
¿Por qué ocultarlo?
Cuando intento alcanzar
a las huestes de acero,
me quedo con un pie en el pasado,
con el otro resbalo y caigo al suelo.

Pero hay otros hombres
más infelices y desconcertados.
Su incomprensión les impide pasar por el tamiz
de la realidad en que viven.

Yo los conozco.
Triste mirada bovina
se asoma en sus ojos.
Y mientras los demás trabajan,
a ellos el verdín cubre su sangre
como en fétido estanque.

¡Que nadie tire piedras al estanque!
¡Que nadie lo toque!
Saldría un hedor espantoso.
¡Ellos mismos se pudrirán
como las hojas de otoño!

Pero hay otros hombres.
Son los que creen,
los que, inciertos, al futuro miran,
los que, rascándose trasero y pecho,
hablan de la nueva vida.

Yo los escucho. Oigo decir
a estos campesinos con andrajos:
“Está bien el Poder soviético…
Pero si hubiera tela… Si hubiera clavos…”

¡Qué poco esas barbas necesitan!
Su obsesión  son el pan y las patatas.

Bertolt Brecht
(ALEMANIA. Augsburgo, 10 de febrero de 1898 – Berlín, 14 de agosto de 1956)

(Fragmento)

6
Y nunca más veré
la tierra de donde partí
ni los bosques de Baviera, ni las montañas del Sur
tampoco el mar, ni las llanuras de la Marca, ni el pino
tampoco los viñedos en las riberas de la Franconia.
Ni en la mañana gris, ni al mediodía
y tampoco al caer la tarde.

Ni las ciudades y la ciudad donde nací.
Ni el taller, y nunca más el cuartucho
y tampoco la silla.
Todo esto jamás lo volveré a ver.
Y ninguno de los que partió conmigo
lo ha de volver a ver siquiera una vez más.
Ni yo, ni tú
oiremos la voz de las madres y mujeres.
el viento batiendo contra la chimenea del hogar
el alegre bullicio de la ciudad, o el amargo.

7
Sino que moriré en la madurez de la vida
no amado, no extrañado
loco conductor de una máquina de guerra.

Incorregible, salvo en la hora final
inexperto, salvo para matar
no extrañado, salvo por los matarifes.

Y yaceré bajo la tierra
que he destrozado
un parásito, por el que no se siente lástima.
Junto a mi fosa se sentirá alivio.

Pues, ¿qué han tirado ahí?
Un quintal de carne en un tanque, que pronto se pudrió.
¿Qué es lo que se pierde?

Un arbusto seco, que se congeló
una mierda, que fue peleada
una peste, que el viento se llevó.

Hermanos, si ahora estuviera entre ustedes
en el camino de retorno a Smolensk
de Smolensk de retorno hacia la nada

Sentiría lo que ustedes sienten: Siempre
supe debajo del casco, dentro del cráneo
que lo malo no es lo bueno
que dos más dos son cuatro
y que morirá quien vaya con él
con el sanguinario gritón
con el sanguinario imbécil.

Que no sabía que el camino hacia Moscú es largo
muy largo, tan largo.
Que el invierno en las tierras orientales es frío
muy frío, tan frío.
Que los campesinos y obreros del nuevo Estado
defenderían sus tierras y ciudades
hasta arrasar con todos nosotros.

9
Ante los bosques, tras los cañones
en las calles y en las casas
bajo los tanques, en las aceras
por los hombres, por las mujeres, por los niños
en el frío, en la noche, en el hambre
seremos todos arrasados
hoy y mañana o al siguiente día
yo y tú y el general, todo
lo que aquí vino a desolar
lo que la mano del hombre levantó.


Vicente Aleixandre
 (ESPAÑA. (Sevilla, 26 de abril de 1898 – Madrid, 13 de diciembre de 1984).

UNIDAD EN ELLA

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.


EL POETA

Para ti, que conoces cómo la piedra canta,
y cuya delicada pupila sabe ya del peso de una montaña
sobre un ojo dulce,
y cómo el resonante clamor de los bosques se aduerme
suave un día en nuestras venas;

para ti, poeta, que sentiste en tu aliento
la embestida brutal de las aves celestes,
y en cuyas palabras tan pronto vuelan las poderosas alas
de las águilas
como se ve brillar el lomo de los calientes peces sin sonido;

oye este libro que a tus manos envío
con ademán de selva,
pero donde de repente una gota fresquísima de rocío
brilla sobre una rosa,
o se ve batir el deseo del mundo,
la tristeza que como párpado doloroso
cierras el poniente y oculta el sol como una lágrima oscurecida,
mientras la inmensa frente fatigada
siente un beso sin luz, un beso largo,
una palabras mudas que habla el mundo finando.

Sí, poeta: el amor y el dolor son tu reino.
Carne mortal la tuya, que, arrebatada por el espíritu,
arde en la noche o se eleva en el mediodía poderoso,
inmensa lengua profética que lamiendo los cielos
ilumina palabras que dan muerte a los hombres.
La juventud de tu corazón no es una playa
donde la mar embiste con sus espumas rotas,
dientes de amor que mordiendo los bordes de la tierra,
braman dulce a los seres.
No es ese rayo velador que súbitamente te amenaza,
iluminando un instante tu frente desnuda,
para hundirse en tus ojos e incendiarte, abrasando
los espacios con tu vida que de amor se consume.

No. Esa luz que en el mundo
no es ceniza última,
luz que nunca se abate como polvo en los labios,
eres tú, poeta, cuya mano y no luna
yo vi en los cielos una noche brillando.

Un pecho robusto que reposa atravesado por el mar
respira como la inmensa marea celeste,
y abre sus brazos yacentes y toca, acaricia
los extremos límites de la tierra.

¿Entonces?
Sí, poeta; arroja este libro que pretende encerrar en sus
páginas un destello del sol,
y mira a la luz cara a cara, apoyada la cabeza en la roca,
mientras tus pies remotísimos sienten el beso postrero del
poniente
y tus manos alzadas tocan dulce la luna,
y tu cabellera colgante deja estela en los astros.

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